ToC: Los Años Ruines – 01×01 – El Invierno de nuestro descontento (I)

El invierno había pasado sin dejar ni un fisco de agua. Las gavias estaban secas y los aljibes blanqueados el año anterior dejaban asomar los teniques del fondo. Desde La Oliva llegaban los propios del Coronel, con recado de comprar pajacebada, y pagaban sus buenas perras a quien quisiera venderla. Pero la mayoría, de Tindaya p’abajo, le hacías fos al dinero: Bien preferían guardar p’a mañana, que’l dinero no se come, y p’a pagar sepelios siempre habría algo, aunque fuera p’a la caja comunal y una crucita de madera de tarajales.
A las afueras de Tenicosquey, Sancho Berriél corre en dirección a Tuineje. Tiene las manos manchadas de sangre y no le había dado tiempo ni de coger el cachorro ni la lanza, y va trompicando por el malpei, arrastrándose barranco arriba.
Algo terrible ha ocurrido en la noche.

Los Años Ruines es una mini-serie de 3-4 Aventuras para El Rastro de Cthulhu, ambientadas en la Fuerteventura de principios del Siglo XX. Al mismo tiempo un desafío y una oportunidad de plasmar en uno de mis juegos favoritos la imaginería y la idiosincrasia de mi tierra natal, Los Años Ruines surge como resultado de una partida en la que jugó Pablo Valcárcel. De esa partida, ambientada en la Asturias profunda, Pablo me trasladó la idea: Ambientar partidas de terror en lugares conocidos. He de confesar que siempre he sido reacio a hacerlo: Me daba la impresión de que el exotismo de jugar en Arkham o Insmouth era claramente superior a jugar en, por ejemplo, Cercedilla del Duque o Nerja. Error por mi parte. Un poco de brainstorming y un arduo trabajo de documentación después, nacían Los Años Ruines.

Fuerteventura: Entre el Infierno y la Nada

Fuerteventura es una isla situada a 100 km de las costas africanas del Sáhara Occidental. Es la segunda isla en extensión del Archipiélago Canario, midiendo unos 100 km  de longitud y 30 km de anchura media. Su altura máxima es 770 m, siendo en general una isla llana cortada por montañas escarpadas fruto de la erosión. Anclada en un atraso histórico crónico, sin agua corriente, electricidad o educación, la vida de los Majoreros (Habitantes de Fuerteventura) está atada a la tierra y pendiente del cielo. Los campesinos conforman la mayor parte de la población en los Años 20, Medianeros sin tierras que trabajan para los diversos patrones y terratenientes que administran las posesiones de los propietarios, generalmente de Gran Canaria y la Península, propietarios latifundistas que en muchos casos jamás pisarán Fuerteventura. La economía bascula entre la agricultura de exportación durante los años buenos, donde los medianeros recogerán la cosecha para beneficio de los propietarios a cambio de un salario escaso, techo y comida, y la miseria y el hambre de los años de sequía, donde los que pueden emigran a África, Gran Canaria o Cuba, donde viven de la caridad, de familiares o se quedan en refugios improvisados junto a la costa, recogiendo lapas y mejillones y pescando viejas para jarear. Las sequías en Fuerteventura, que pueden durar décadas, dejan despoblada la isla, con sólo los desafortunados y los pobres que no tienen ni para costearse el viaje cuidando de terrenos baldíos y de rebaños de cabras y camellos que menguan y mueren de hambre y sed. Los Majoreros llaman a estos periodos Los Años Ruines.

Pablo Valcárcel como El Capitán Ayala, militar toledano, veterano de la Guerra de África. Viste siempre que puede su elegante aunque gastado uniforme, y es un hombre de planta elegante y cierto atractivo, aunque sus ojos son fríos y duros. siempre lleva puesto un guante en la mano derecha, para ocultar unas cicatrices de guerra. Se encuentra retirado haciendo negocios en Fuerteventura.

Dante como El Doctor Estévez, médico de la isla, hijo del Doctor Estévez de Canaria (Gran Canaria), al que su padre enseñó el oficio de médico y legó la casa y el instrumental. Aunque nació y creció en Fuerteventura, para los Majoreros sigue siendo «Estévez el de Canaria«. Es un hombre normal, de aspecto agradable y que se preocupa seriamente por el bienestar de sus pacientes. Uno de los pocos que domina el desconocido arte de la lectura y la escritura, con conocimientos de latín.

Miriam Alonso como Bernarda «La Coruja», pastora y mascona, nacida con mal de ojo. Viste ropas de hombre y viaja de lugar en lugar con su rebaño de cabras, lanza al hombro. Muchos la temen y la respetan por su conocimiento de hechizos, maleficios y «rezáos». Con el cachorro calado y el pelo recogido pasa por un muchacho, aunque su ojo virulo es inconfundible y hace que la gente se sienta incómoda cuando hablan con ella cara a cara.

Efrén Valido como Atanasio Vera Espinel, de los Vera de La Matilla. Cabrero, medianero, hombre de campo y Majorero de toda la vida. Atanasio es un hombre envejecido por el sol y el trabajo del campo, pero nervudo y resistente, de ropas remendadas, que siempre viaja con Cartucho, su bardino sato y su vara, haciendo trabajos aquí y allá, conocedor de los senderos de la isla. Conoce a todos, y todos le conocen a él.

El Horror comienza aquí


Tuineje, Diciembre de 1923

Sentados a la sombra, el Capitán Ayala, incrédulo, charla sobre las supersticiones de Fuerteventura con Atanasio y Jose Morales. Las leyendas y las habladurías son cuestionadas por el racional capitán, a pesar de la vehemencia de los interlocutores, que créen firmemente en el mal de ojo, las brujas y las apariciones. El grupo se acerca a la Tasca de Frasquita, donde la anciana viuda les sirve ron y pejines, para extrañeza del Capitán. Mientras Atanasio le ilustra sobre la apropiada manera de servir y comer pejines, la pequeña habitación de la casa que hace las veces de bar, iluminada con velas de sebo y algún candil abollado, se va llenando de parroquianos que comentan la falta de lluvias o se dedican a beber en su rincón en silencio. La Coruja se sienta junto al Capitán y Atanasio, que son de los pocos que no hacen ascos a su presencia. Se suceden diversas escenas típico-costumbristas con el Alcalde, que reclama la atención del Capitán, o cuando Frasquita, al ver que Ayala no gusta del ron manda venir a su hija Francisquita con una botella de vino dulce para el Capitán (Y de paso intenta emparejarle con Francisquita, que está en edad de merecer). El Doctor llega más tarde, tras terminar de atender algunos asuntos en el pueblo, y se une a la mesa donde ya se reparten las fichas de dómino*. La noche pasa entre chanzas, conversaciones sobre el campo y humo de tabaco.

El Capitán, Atanasio, Bernarda y el Doctor son de los últimos en dejar el local cuando Frasquita echa el cierre. Atanasio es el primero en divisar la figura que corre hacia el pueblo, como alma que lleva el diablo, sin apenas resuello. El hombre llega derengáo, con la ropa y las manos manchadas de sangre y los pies destrozados. Es Sancho Berriel, medianero de la zona, que viene corriendo atravesando el malpéi*. El Capitán y Atanasio lo sostienen y llaman a gritos al Doctor mientras despiertan a Frasquita. En la tasca, el Doctor le limpia las heridas mientras los demás le interrogan. Berriel está visiblemente alterado, aterrorizado, farfullando sobre «Algo terrible» que ha sucedido en casa de Juan Marrero, en Tenicosquey.

Mientras el Doctor hace lo que puede por los pies del pobre hombre, Berriel, un poco calmado a base de ron, les cuenta que Carmita Hormiga, la segunda mujer de Juan Marrero, se puso de parto a primera hora de la tarde, y que hubo un problema. Berriel atravesó todo el malpaís para buscar al Doctor, en plena noche, aterrado. El Doctor le interroga, queriendo saber si había una partera o alguien atendiendo a la mujer, si el niño o la madre se encuentran mal, pero Berriel apenas es coherente, entre el agotamiento, la tensión y el ron.

Lo dejan en manos de Frasquita, y salen al frío de la noche, ya completamente despejados.

Los presentes se dan cuenta de que algo serio debe haber ocurrido. Para llegar a Tenicosquey sólo tienen dos alternativas: Bordear el Malpaís Grande y entrar desde el sur (La ruta más segura pero la más larga, con lo que llegarían de amanecida*, o atravesarlo, como Berriel, de noche y a oscuras, hasta llegar a la casa de Marrero (Con lo que llegarían a media noche pasada, pero con el consiguiente riesgo). Teniendo entre ellos a Bernarda y a Atanasio, ambos conocedores de los senderos de Fuerteventura, el Capitán los insta a acudir lo más rápidamente posible a socorrer a la familia.


No apreciable en la foto: Rocas afiladas como cuchillos

Los cuatro llegan a la pequeña casa, apenas dos habitaciones con patio y un cercao para las cabras. La noche es oscura y silenciosa en el barranco de Pozo Negro, y las dispersas casas entre las gavias y sembrados están a oscuras. Al llegar, las hermanas Betancor, Chona y Pinito, les reciben con gran alivio. Las mujeres se encuentran en estado de shock y les cuesta hilvanar los acontecimientos. El Doctor les pregunta inmediatamente por Carmita, que se encuentra aún postrada en la alcoba junto a la hija del matrimonio anterior de Juan, Juanita. El Capitán y Atanasio se quedan con las mujeres que alcanzan a contar lo ocurrido: Carmita se puso de parto por la tarde, y mandaron llamar a la partera. Todo parecía ir bien, y algunos familiares y vecinos se acercaron a acompañar al zorrocloco*. «El niño nació bien, pero la niña…«

El Doctor Estévez no se fía de Carmita, en estado de shock, así que encarga a Bernarda que se quede con el niño y la mujer en el cuarto. En cuanto lo tiene en brazos, Bernarda comienza a santiguar al niño, tras dejar una rama de romero sobre la cama. Mientras, Atanasio y el Capitán, interrogan a las mujeres acerca de la niña. Las mujeres están completamente aterrorizadas, son incapaces de expresar con palabras lo sucedido. Alcanzan a decirles que la han dejado en el pesebre, dentro del corral, envuelta en una manta.

En el corral, en la oscuridad, los hombres ven el bulto de la sábana manchada de sangre. Las cabras, nerviosas, se amontonan en el rincón más alejado del pesebre. Atanasio reconoce el comportamiento de los animales como «señal de brujas«. Al retirar la manta, la visión les deja horrorizados: Una niña, recién nacida, cubierta de sangre aún, se agita entre la paja. Su cabeza no tiene rostro, sólo una enorme boca que lo parte en dos, llena de largos dientes irregulares de piedra gris blanquecina. La criatura se mueve descoordinadamente, sus manitas rosadas cerradas en puños, la enorme boca abierta buscando…

Bernarda escucha la exclamación que lanza Ayala al ver a la criatura, y acude al pesebre, horrorizándose ante la visión. Discuten sin saber qué hacer. El Doctor comprueba que la niña está bien, dentro de lo que cabe, y decide envolverla en la manta y esconderla entre las vigas del techo del pesebre: No se fía de que las mujeres le hagan algo en su ausencia. Luego regresa a comprobar el estado de Carmita, que comienza a preguntar por su hija en estado de shock, con una voz tenue y monocorde. Tras asegurarse de que está bien y darle largas, comienzan a interrogar a las mujeres sobre lo sucedido. Al parecer todo iba bien hasta la noche, que nació la niña. La matrona se fue corriendo por el camino a Antigua, y el resto de mujeres huyeron despavoridas. Cuando Juan Marrero, el marido de Carmita, quiso ver a sus hijos, enloqueció y echó a correr barranco abajo, gritando como un poseso.

El grupo decide salir tras Juan Marrero, tras esconder a «la niña», envuelta en su sábana manchada de sangre, en el techo del pesebre. La oscuridad es cerrada en el Barranco de Pozo Negro, con pocos senderos entre el malpei que llevan hasta la playa de arena negra. Con unos candiles y muchos nervios, comienzan a caminar en la oscuridad, dejando a las mujeres en la casa.

A medida que avanzan hacia el mar, Atanasio comienza a cavilar sobre los lugares cercanos. ¿A dónde se podría haber dirigido Juan Marrero? Al final del barranco sólo está el mar y la caseta de un práctico, y no hay salida ni al norte para Las Salinas ni hacia Gran Valle al sur… pero subiendo por la montaña se encuentra una gambuesa* con un refugio para pastores, donde Atanasio estuvo trabajando junto a Juan Marrero. Cuando lo comenta con los demás, deciden subir la montaña hasta la gambuesa y comprobarlo.

La subida en la oscuridad es ardua y agotadora: La cuesta es empinada, el terreno es seco y suelto. El Doctor y Ayala se encuentran pronto rezagados respecto a Atanasio y Bernarda, que se apoyan en sus lanzas y varas. Pronto llegan al afloramiento de basalto que forma la cima plana de la montaña, una pared de 3 metros de altura de pilares de piedra negra cubierta de líquenes y polvo. Tras escalarlo, alcanzan por fin la cima, azotada por un viento gélido que les hiela los huesos. A sus pies, la oscuridad del barranco, con unas pocas luces tímidas en las casas de Tenicosquey. Sobre ellos, el cielo completamente negro cuajado de estrellas frías y silenciosas. A su alrededor, los muros de piedra de la gambuesa, rematados de aulagas.

Continuará…

* Pronunciación Majorera.

5 comentarios

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5 Respuestas a “ToC: Los Años Ruines – 01×01 – El Invierno de nuestro descontento (I)

  1. Lo de usar un lugar conocido como localización para nuestras partidas es un buen recurso. Yo lo prefiero pues si mi personaje es habitual de la zona tiene más recursos sobre donde ir y tiene su gracia convertir un lugar simple, a la vez que conocido, en un centro de perversión, je je.

    LA, tu conocimiento del castellano antiguo así como de localismos es sorprendente.

    • Light Artisan

      EbaN: Es una pena no haber grabado algunos de los diálogos de Atanasio y los PNJs. Tanto el jugador como yo somos de Fuerteventura y claro, conocemos no sólo la toponimia, si no los localismos, el acento, las particularidades lingüisticas… Los otros dos jugadores tenían sus dificultades para hacerse entender.

  2. Pingback: ToC: Los Años Ruines – 01×01 – El Invierno de nuestro descontento (II) | Mundos Posibles

  3. Alias

    Dícese ke cuando un jovencito escritor novel, fanático de el gran abue Ech-Pi-El, de nombre R. Campbell tímidamente le preguntó al editor de Arkham House, A. Derleth, si podía trasladar un relato «tipo Lovecraft» a su natal Inglaterra, el estimado Sr. Derleth le dijo, en pocas palabras: «¡estupenda idea, chiko! ¿por ké no, si es tu patio trasero?». De allí nacieron los Mitos de el Valle de Severn, etc.

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